La cola de caballo es un auténtico fósil viviente, sus orígenes se remontan a más de 100 millones de años. Desde tiempos remotos se ha empleado en medicina popular como diurética, hemostática y remineralizante.
Un poco de historia…
El término ‘cola de caballo’, con el que se conoce vulgarmente a esta planta, procede del latín ‘equus’ (caballo) y ‘seta’ (crín, pelo), haciendo alusión su aspecto.
La cola de caballo es una planta cuyo origen se remonta a la era primaria. En este periodo, las diferentes especies de equiseto llegaron a alcanzar el tamaño de grandes árboles y sirvieron de alimento a los dinosaurios.
El uso de esta planta es muy antiguo, en el año 50 d. C, Dioscórides menciona el uso del ‘hippuris’ (cola de caballo en griego) como diurético y hemostático. También Galeno mencionó en sus trabajos el empleo de la cola de caballo para aliviar los problemas de riñón y vejiga, artritis, úlceras sangrantes y tuberculosis.
Pero la cola de caballo posee otras aplicaciones, que nada tienen que ver con fines terapéuticos. Debido a su elevado contenido en sílice, esta planta es bastante abrasiva y se usa para pulir metales.
Es muy importante no confundir el equiseto común (Equisetum arvense L.) con el equiseto de los pantanos (Equisetum palustre L.), debido a que éste último tiene un mayor contenido en palustrina, alcaloide altamente tóxico.