Sé, por experiencia personal y por charlas que he tenido con otros familiares de personas que sufren Alzheimer, lo desgastante y deprimente que resulta contemplar la desintegración gradual de un ser querido. A medida, que la enfermedad avanza, la persona se vuelve más dependiente, más confuso e incapaz de cuidar de sí misma. Estos terribles cambios físicos, psíquicos y emocionales conllevan la destrucción del yo. La persona que conocíamos ya no es la misma.
Es algo que debemos aceptar y asumir con cariño y resignación. La persona con Alzheimer es una persona enferma, incapaz de expresar con palabras todo lo que siente y tienen una necesidad continua de recibir afecto. Esta enfermedad, hoy por hoy, no tiene cura. Por ello, debemos brindarles a nuestros seres queridos afectados por este mal, todo el apoyo y el cariño que esté al alcance de nuestra mano.
Existen técnicas para sobrellevar la situación que le ayudarán a vencer sus temores y a que su carga le resulte más ligera. La única fuente de luz y esperanza, para un enfermo de Alzheimer, son sus seres queridos.